Un mapa de México con rayos de sol que irradian a su alrededor.

México en el cine

Un paseo por las múltiples facetas de México vistas desde la gran pantalla.

10 de agosto de 20223 MINS

El vasto territorio de México alberga un amplio espectro de ecosistemas naturales y ciudades vibrantes que exhiben sus raíces indígenas, su pasado colonial y su arquitectura de vanguardia. Es inevitable maravillarse ante un país de tan marcados contrastes que desafía las clasificaciones fáciles, y durante la larga historia del cine mexicano, los cineastas siempre han sabido aprovechar la diversidad de escenarios que ofrece aquella tierra que vive eternamente entre la tradición y la transformación.

 

Para los extranjeros que no conocen el rico paisaje y el pueblo de México, las imágenes que se transmiten en pantalla sirven de introducción a su encantadora complejidad. El país es más que sus caóticas extensiones urbanas, escenarios de tantas series y telenovelas, o los espacios rurales estereotípicos vistos en retratos extranjeros. Si bien existen ambos mundos, la ecléctica producción cinematográfica del país le ofrece al público la oportunidad de apreciar a México más allá de los titulares sensacionalistas o los engañosos encuadres hechos para Instagram.

 

Para el público mexicano, las películas nacionales reflejan las realidades tanto positivas como intrincadas que enfrenta la población en su conjunto, así como las particularidades que encara cada comunidad. En los últimos años, se ha ampliado el espectro de las comunidades retratadas en pantalla, pero no ha cambiado el hecho de que el cine se sigue concentrando en la capital y en las grandes zonas metropolitanas, y que se puede hacer más para que las personas frente y detrás de la cámara representen plenamente a los mexicanos de todas las razas y situaciones socioeconómicas.

 

Desde la Edad de Oro del cine mexicano, muchas producciones han ilustrado la riqueza del país: las Grutas de Cacahuamilpa en Macario, las costas de Acapulco en La perla, o el Templo de San Francisco Acatepec en Puebla retratado en Enamorada, todos ellos sitios que fueron inmortalizados por el cineasta Gabriel Figueroa.

 

En cada cuadro, se imponen tanto las tierras salvajes como las espectaculares obras humanas, no solo como trasfondo de un drama cautivador, sino también como aspecto integral de la narración. Los modernos maestros del medio también han explorado el potencial visual del rodaje en exteriores en búsqueda de un retrato más auténtico de la vida mexicana. Consideremos, por ejemplo, la cruda modernidad de la Ciudad de México en el cambio de milenio, tal como la retrata Alejandro González Iñárritu en su magistral ópera prima Amores perros, o el trascendental viaje en auto a través del país que se desarrolla en la obra seminal de Alfonso Cuarón Y tu mamá también, o la belleza efervescente del puerto de Veracruz en Danzón, de María Novaro.

 

Este año, en ocasión del Día Nacional del Cine Mexicano, hemos creado un mapa de México que destaca 10 películas recientes —todas ellas disponibles en Netflix en México y, en algunos casos, a nivel global— que retratan un sinfín de lugares impactantes.

Cleo (Yalitza Aparicio) corre por las calles.

Roma

Ciudad de México

Usando el cine como una poderosa máquina del tiempo, el aclamado director Alfonso Cuarón recreó zonas de la Ciudad de México, especialmente la Colonia Roma, el barrio de su niñez en los años 70, para su oda a la memoria y la maternidad. Si bien su intención era filmar los mismos rincones de la imponente ciudad que solía transitar de niño, muchos de aquellos lugares requirieron la intervención del diseñador de producción Eugenio Caballero para recuperar su antigua gloria. Una escena al comienzo de la película muestra a Cleo (Yalitza Aparicio) corriendo por la calle mientras nos damos cuenta de que los frentes de las tiendas y hasta un cine ya no existen más como se ven allí.

Los personajes de Ya no estoy aquí se sientan en el borde de un edificio con vista a la ciudad.

Ya no estoy aquí

Monterrey, Nuevo León

Monterrey, en el estado norteño de Nuevo León, es conocido como un centro neurálgico industrial y económico. Pero en las afueras de esta afluente ciudad bulle la subcultura kolombia. Si bien deben luchar por sobrevivir a la pobreza y la violencia, estos muchachos y muchachas jóvenes hacen vibrar sus hogares en las colinas que miran a los rascacielos de la ciudad con música cumbia de medio tiempo. Sumergiéndose en esta comunidad marginada y su estilo singular, el cineasta Fernando Frías de la Parra echa luz sobre una subcultura a menudo ignorada.

Tres personajes de Selva trágica se sientan bajo un techo de palma en la selva.

Selva trágica

Frontera entre México y Belice, Quintana Roo

Centrada en personajes negros e indígenas, esta ópera prima sobrenatural se desarrolla en la espectacular jungla que cubre la frontera sur de México con Belice; una región rara vez capturada en pantalla para un largometraje de ficción. Unos hombres mexicanos contratados para cultivar la resina de los árboles zapote de la zona se encuentran frente a la encarnación de la leyenda yucateca maya de Xtabay, una peligrosa entidad femenina ansiosa por cautivarlos. Más allá del relato mítico, es la atmósfera fantasmal de la locación natural —con su vegetación suntuosa e iluminación sugestiva, especialmente de noche— que realza el misticismo de la obra.

La pareja de Camino a Marte corre por una playa vacía en un vehículo todo terreno de cuatro ruedas.

Camino a marte

Baja California Sur

Desde el principio de esta comedia dramática de reafirmación existencial sobre la amistad y las conexiones humanas, la protagonista, Emilia (Tessa Ía), una joven enferma terminal, se embarca en un viaje en auto que incluye una parada en la Playa Balandra. Famosa por sus oníricas aguas cristalinas de color turquesa, la playa es la favorita de Emilia en Baja California Sur. A medida que la protagonista desarrolla una amistad con un hombre peculiar que dice ser extraterrestre, el relato atraviesa múltiples zonas que rodean la capital estatal de La Paz. Valiéndose únicamente de la luz natural para rodar las escenas en exteriores, el director Humberto Hinojosa Ozcariz nos invita a descubrir la magia de las vistas costeras en la franja sur del Golfo de California.

El hotel de Tiempo compartido es blanco y tiene muchas capas. Algunos de los balcones de la imagen tienen jardines y sillas al aire libre.

Tiempo compartido

Acapulco, Guerrero

En décadas pasadas, Acapulco, la ciudad costera del estado de Guerrero, era el destino de playa preferido de las estrellas de Hollywood. Hoy en día, es un lugar de escapada frecuente tanto de mexicanos como de turistas. En la mordaz sátira de Sebastián Hoffmann, un padre empujado al límite (Luis Gerardo Méndez) intenta salvar unas vacaciones caóticas mientras los empleados del idílico complejo vacacional en el que se aloja con su familia soportan la explotación estadounidense. Rodada en el famoso Hotel Princess Mundo Imperial, esta colorida y disparatada comedia dramática examina el engranaje interior de la industria del turismo para ofrecer un retrato más sincero de este paraíso.

Un paisaje de Paradiso perdido, características de árboles ralos y una escena pantanosa.

Paraíso perdido

Cozumel, Quintana Roo

Una isla frente a las costas de la península de Yucatán, Cozumel es un destino codiciado por aquellos que disfrutan del buceo. Pero en este thriller psicológico sobre tres personas de vacaciones en el Caribe que terminan explorando una isla desierta, el lugar paradisíaco se convierte en el escenario perfecto de una pesadilla infernal de desolación y terror. A medida que los veraneantes se adentran en la espesa selva que cubre este lugar remoto, hacen una serie de hallazgos espeluznantes que pondrán en riesgo sus vidas. Al utilizar este destino soleado para el cine de género, los creadores logran subvertir nuestras expectativas sobre los lugares plausibles en los que pueden ocurrir semejantes historias.

Dos personajes de Noche de fuego andan en bicicleta sonriendo.

Noche de fuego

Neblinas, Queretaro

Para adaptar la novela de Jennifer Clement, la aclamada directora Tatiana Huezo buscó la locación ideal para darle vida a la exuberante historia de llegada a la madurez sobre unas jóvenes que protegen su inocencia ante condiciones dramáticas. Escondida en las montañas de la Sierra Gorda de Querétaro, la pequeña ciudad de Neblinas, con su verdor majestoso, se convirtió en el escenario perfecto para que las protagonistas pudieran interactuar con insectos, nadar en lagos y recorrer espacios abiertos para refugiarse de sus circunstancias. Con una escena que muestra familias en la cima de una montaña, tratando de recibir señal en el celular para llamar a sus seres queridos, este poderoso drama también muestra cómo la migración afecta a estas comunidades rurales.

Un edificio que parece una iglesia. Dos personas hablan por algunas de las columnas. De El baile de los 41.

El baile de los 41

Ciudad de México y Guadalajara, Jalisco

Ambientada en 1901 durante el régimen del presidente Porfirio Díaz, este drama histórico trata sobre la persecución de los hombres homosexuales que se reunían clandestinamente para expresar sus deseos más íntimos. Para capturar la grandiosidad palacial del período, en gran parte inspirada por la arquitectura europea, los cineastas buscaron meticulosamente locaciones construidas en la misma época —más de un siglo atrás—, incluidos el impactante Museo Nacional de Arte y La Ópera Bar en el corazón de Ciudad de México, como también la Casa Rivas Mercado que se encuentra en las cercanías. Mientras tanto, la mayoría de las secuencias en exteriores fueron rodadas en el centro histórico de Guadalajara.

Un personaje de Sonora usa un pañuelo hecho a mano y un sombrero con ala de bandera.

Sonora

Sonora

Los áridos ecosistemas que caracterizan el norte de México exhiben una belleza singularmente arrebatadora y, en este drama de época del director Alejandro Springall, el estado de Sonora ocupa un lugar central. La trama sigue a personajes diversos que han padecido discriminación y xenofobia en la década de 1930 mientras tratan de atravesar el inhóspito desierto de Sonora. La película se destaca por la forma en que sus magníficos panoramas nos sumergen en la Reserva de la Biósfera El Pinacate y Gran Desierto de Altar, declarada por la UNESCO como Patrimonio Mundial por la gran cantidad de especies de flora y fauna que habitan esta extensión de tierra desértica.