Dos de las novelas latinoamericanas más veneradas consolidan su preeminencia con dos adaptaciones cinematográficas que presentan sus historias a nuevos públicos de todo el mundo.

30 de octubre de 202410 MINS

Los clásicos atemporales se ganan esa designación porque tocan algo esencial de la condición humana. A pesar de que el mundo puede cambiar con el paso de los años, las experiencias que describen se mantienen vigentes. Dos novelas emblemáticas de la literatura latinoamericana del siglo XX, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y Cien años de soledad, del premio nobel Gabriel García Márquez, merecen indiscutiblemente esa etiqueta excepcional. Ambas obras maestras han sido revivificadas recientemente gracias a ambiciosas adaptaciones cinematográficas realizadas por algunos de los artistas más destacados del mundo hispanohablante, tanto frente a la cámara como detrás de ella: Pedro Páramo, en forma de un largometraje realizado por el director de fotografía devenido en director Rodrigo Prieto (Secreto en la montaña, Los asesinos de la luna) y Cien años de soledad, recreada en una serie dirigida por Alex García López (The Acolyte) y Laura Mora (Los reyes del mundo).

Pedro Páramo se publicó en 1955 y fue la primera novela de Rulfo. Narra el regreso de Juan Preciado a Comala, un pueblo ficticio de la campiña mexicana donde su padre, Pedro Páramo, quien da el nombre a la obra, fue un poderoso y despiadado terrateniente. La visita de Juan Preciado a este verdadero pueblo fantasma desentierra los espectros del pasado, obligándole a lidiar con sus interminables desdichas. Rulfo es conocido principalmente por esta novela y por su colección de cuentos El llano en llamas, y se lo considera uno de los autores mexicanos más célebres de la historia. Pedro Páramo se ha traducido a más de 30 idiomas en numerosas ediciones publicadas en todo el mundo.

Por su parte, Cien años de soledad, de García Márquez, se publicó por primera vez en 1967 y le valió al genio colombiano múltiples premios internacionales y elogios de escritores emblemáticos, entre ellos del poeta chileno Pablo Neruda. Esta épica novela narra cómo un matrimonio, formado por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, encuentran el aparentemente idílico pueblo de Macondo, en la región caribeña de Colombia. Pero su sueño de un lugar sin conflictos se desvanece lentamente a medida que la desgracia golpea a la familia Buendía a través de las generaciones.

De izquierda a derecha: la primera edición en español de Cien años de soledad y Pedro Páramo, uno al lado del otro.

De izquierda a derecha: la primera edición en español de Cien años de soledad y Pedro Páramo, uno al lado del otro.

CIEN AÑOS DE SOLEDAD PORTADA DEL LIBRO CORTESÍA DEL ÁLBUM / FOTO DE STOCK DE ALAMY. PORTADA DEL LIBRO DE PEDRO PÁRAMO CORTESÍA DE MANHATTAN RARE BOOK COMPANY

Los vínculos entre estos textos enigmáticos y trascendentales de Rulfo y García Márquez han sido reducidos a menudo a su exaltación del realismo mágico, un estilo constantemente asociado a la literatura latinoamericana y a la expresión artística general de la época. Pero sus paralelismos temáticos son mucho más profundos. Ambos libros cuentan historias multigeneracionales de un elenco de personajes en ciudades ficticias que sirven de microcosmos de sus respectivas sociedades poscoloniales y que comparten muchas similitudes.

En ambas novelas, los pueblos en sí funcionan como portales entre el mundo de lo material y el más allá, como si al pisar estos lugares sus personajes entraran en una especie de limbo. Los protagonistas de Rulfo y García Márquez se enfrentan a destinos que parecen ineludibles: los pecados de sus antepasados han predeterminado maldiciones que perduran en el tiempo. Los libros también están vinculados por su compromiso con la historia de la violencia, el racismo, la disparidad económica y el machismo arraigado que oprime a las mujeres en contextos patriarcales, todo ello derivado de un pasado colonial manchado de sangre. Es una herida compartida entre todas las naciones latinoamericanas y muchas otras de todo el mundo. «El modo en que las acciones de las generaciones anteriores repercuten en nuestra propia psiquis es un tema central de Pedro Páramo», afirma Prieto. «Los ecos del pasado se hacen presentes para atormentar a Juan Preciado, del mismo modo que los propios antepasados de Páramo afectan profundamente la forma en que vive su vida».

No es ningún secreto que la novela de Rulfo, su obra más célebre, influyó profundamente en la sublime redacción de García Márquez en Cien años de soledad. «No hay duda de que esos libros están estrechamente relacionados, así como lo estaban sus autores», afirma Rodrigo García, laureado cineasta e hijo de García Márquez. «[Pedro Páramo] fue uno de los libros más influyentes que leyó mi padre, y cuando conoció a Rulfo, los dos se hicieron amigos». García Márquez conoció esta novela mexicana poco después de llegar a México en 1961, y al leerla quedó estupefacto frente a lo que Rulfo había logrado. «Ese libro hacía lo que mi padre quería hacer, que era mezclar lo realista y lo psicológico con lo mítico», dice García. «Intentó experimentar con algunas de las cosas que Rulfo hacía tan bien, como moverse con fluidez entre los vivos y los muertos». 

De izquierda a derecha: Gabriel García Márquez, autor de Cien años de soledad, y Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo en fotografías en blanco y negro.

De izquierda a derecha: Gabriel García Márquez, autor de Cien años de soledad, y Juan Rulfo, autor de Pedro Páramo en fotografías en blanco y negro.

Prieto, que está debutando como director en Pedro Páramo, leyó por primera vez esta novela fundamental cuando estaba en la escuela secundaria, como millones de estudiantes mexicanos a lo largo de las décadas. El hecho de que los personajes de Rulfo aceptaran lo sobrenatural como algo natural resonó fuertemente en él. «Me impactó el retrato de las misteriosas formas en que se desdibuja la línea entre los muertos y los vivos en el México rural», dice el director cuatro veces nominado al Oscar. «Los fantasmas y fenómenos sobrenaturales forman parte de la vida cotidiana».

Además de por la precisa atmósfera que Rulfo evoca en sus páginas, Prieto también se siente vinculado a la época en la que se desarrolla parte de la narración: la época de la Revolución Mexicana, a principios del siglo XX. El propio abuelo de Prieto luchó junto a las fuerzas revolucionarias de Emiliano Zapata, aquel importante personaje que dirigió un ejército de campesinos contra los ricos terratenientes. 

Desde una perspectiva técnica, Prieto cree que la estructura fragmentada con la que se narra Pedro Páramo refleja el concepto cíclico del tiempo de las culturas indígenas de Mesoamérica en la época precolombina. «Al prescindir de las narrativas lineales tradicionales de la literatura posrevolucionaria en México, Rulfo sumerge al lector en un ambiente surrealista que requiere la participación activa del lector para armar el rompecabezas de las distintas líneas temporales», explica Prieto.

Las técnicas experimentales de narración que Rulfo empleó en Pedro Páramo cambiaron el paradigma de cómo podían construirse las narraciones en la literatura latinoamericana, y siguen reverberando en la escritura y cultura modernas. Al igual que Prieto, el guionista español de la película, Mateo Gil, descubrió a Pedro Páramo cuando era adolescente. Mucho antes de que le ofrecieran la oportunidad de escribir un guion, allá por el año 2004, Gil ya había pasado mucho tiempo investigando y jugando con la estructura de la novela, lo cual hizo como un ejercicio basado en su propia devoción por el texto. «Desde que la leí por primera vez, he estado obsesionado con convertirla en una película. Aunque adaptarla me llevó a conocerla en profundidad y a desentrañar muchos de sus mecanismos narrativos, siempre sentí que había algo misterioso en la forma en que te atrapa», dice Gil, que ha escrito películas españolas tan aclamadas como Mar adentro, ganadora de un Oscar, y Abre los ojos.

Para su adaptación, Gil se propuso mantener la estructura general de la novela, aunque se tomó algunas libertades. Aun así, todo lo que ocurre en su guion sucede en la obra original. Gil conserva la reflexión del autor sobre la naturaleza del amor, ya que el personaje que da el nombre a la obra justifica sus acciones extremas con su deseo de recuperar el sentimiento de un amor romántico no limitado por las expectativas sociales o diferencias de clase. Pero no importa cuántas vidas arruine, el destino mantiene al amor a distancia. Entre los muchos temas que se tocan en Pedro Páramo, Prieto se siente a menudo atraído por su descripción del destino. «A mí personalmente me afecta mucho, porque me intriga cómo mi propia sangre lleva los traumas y las alegrías de quienes me precedieron», dice Prieto. «Con el paisaje agreste de México como telón de fondo, Rulfo explora cómo sus protagonistas buscan su lugar en este mundo y en el más allá, y esperan el perdón de sus pecados, pero nunca terminan de encontrarlo del todo».

Sarah Rovira y Sebastián García en Pedro Páramo se salpican en un arroyo.

Sarah Rovira y Sebastián García en Pedro Páramo

Siempre sentí que había algo misterioso en la forma en que te atrapa.

Mateo Gil, Pedro Páramo escritor

Gilberto Barraza y Manuel García-Rulfo en Pedro Páramo conversan en una habitación polvorienta. Barraza usa un sombrero fabuloso y García-Rulfo usa un chaleco elegante.

Gilberto Barraza y Manuel García-Rulfo en Pedro Páramo

A diferencia de otras adaptaciones cinematográficas de obras literarias latinoamericanas, en las que ha habido poca participación de talentos latinoamericanos y en las que la historia se cuenta en inglés, estos dos proyectos han apostado por la autenticidad al recurrir al talento procedente de los países de origen de las obras en cuestión.

«Durante décadas, mucha gente ha soñado con adaptarla», dice García respecto de Cien años de soledad. «Se trata de algo ambicioso, al ser un libro tan querido y venerado en todo el mundo». García, que también es productor ejecutivo de la serie, está complacido con la decisión de la producción de rodarla en Colombia y mantener los diálogos en su español original.

Aunque el director Alex García Lopez había leído Cien años de soledad una vez en su adolescencia y otra vez cuando era un veinteañero, cuando se embarcó en la dirección de esta adaptación televisiva volvió a leer la novela tanto en español como en inglés. «Consciente de que Netflix tiene millones de abonados en todo el mundo, quería saber cómo encajaba esta historia en otro idioma», explicó.

La directora Mora, que ya ha leído el libro más veces de las que puede contar, cree que la verdadera medida de la riqueza de un texto es que permita al lector encontrar un nuevo significado entre sus líneas cada vez que lo vuelve a leer. «El verdadero arte es el que te conmueve, plantea nuevas preguntas y revela nuevas facetas cada vez que regresas a él », afirma. «Eso hace que una novela como Cien años de soledad y la obra de García Márquez sean tan complejas y poderosas». Mora admite que tenía miedo de aceptar el proyecto cuando se lo propusieron inicialmente debido a la magnitud de la misión. Pero el interés de Mora por explorar los temas universales de la novela a través de la peculiar narración de García Márquez le ayudó a superar esa reticencia.

: Claudio Cataño en Cien años de soledad está junto a una fila de personas en la oscuridad.

Claudio Cataño en Cien años de soledad

Se trata de algo ambicioso, al ser un libro tan querido y venerado en todo el mundo.

Alex García López, One Hundred Years of Solitude codirector

Viña Machado, Marco Antonio González, Helber Sepúlveda Escobar y Susana Morales en Cien años de soledad.

Viña Machado, Marco Antonio González, Helber Sepúlveda Escobar y Susana Morales en Cien años de soledad.

Cuando Mora habla de los personajes de Cien años de soledad, el paralelismo de la novela con Pedro Páramo se hace aún más evidente. «Nos encontramos con personas condenadas a la soledad, incapaces de amar y de crear comunidad», afirma. «Asistimos al complejo desenlace del progreso, la violencia, el poder, la belleza, la melancolía. Estas tragedias pertenecen a Macondo tanto como al resto del mundo».

Un elemento central de Cien años de soledad es el pueblo de Macondo: «Una utopía inocente en la que todo el mundo se trata bien es reconocible incluso desde un punto de vista bíblico», dice García López. Por supuesto, hay obstáculos externos —la política, la iglesia, la superstición, el deseo humano— que hacen inalcanzable el concepto de un lugar perfecto. Mora explica que en Macondo el realismo mágico funciona como un mecanismo poético de supervivencia para los personajes, y para el lector, a fin de soportar las tragedias de la vida: «Aunque Macondo es un lugar tan particular que cobra vida con tanto detalle y sensibilidad, también acaba siendo el lugar donde se entrelaza toda la pasión y complejidad humanas».

Las adaptaciones de Cien años de soledad y Pedro Páramo transmiten en la pantalla una sensación que sumerge al público en una experiencia sensorial distinta a la de la lectura de los libros. Mora explicó que, aunque el equipo trabajó incansablemente para resaltar la profundidad de lo que García Márquez escribió, el cine y la literatura son lenguajes de expresión diferentes. Espera que, en lugar de compararlas, los espectadores puedan tomar cada versión de la historia en sus propios términos. «Es importante reconocer que el lenguaje audiovisual no puede competir con la imagen que cada lector construye», comentó Mora. «Hemos asumido el riesgo de adaptar la obra con mucho cuidado y responsabilidad, pero el libro seguirá siendo el libro».