La nueva serie basada en el popular detective de Paco Ignacio Taibo II es un viaje en el tiempo al México de los años setenta.
Sus aventuras se leen en más de 20 países, desde Australia hasta Ucrania, desde Japón a Portugal. Se han escuchado como radionovela en Alemania y Suiza. Entre sus lectores más famosos se encuentran personajes tan disímbolos como Fidel Castro y Bill Clinton. Y claro, llegó al cine en varias ocasiones, primero interpretado por Pedro Armendáriz Jr. en los años ochenta y después por Sergio Goyri en la década de los noventa.
Se trata de Héctor Belascoarán Shayne, el detective más chilango (término con el que se autodenominan los habitantes de la Ciudad de México) de la novela policiaca mexicana, y que ahora llega a Netflix en una miniserie de tres partes, con Luis Gerardo Méndez interpretando al mítico investigador urbano.
Basado en las novelas escritas por Paco Ignacio Taibo II, publicadas por primera vez en 1976, Belascoarán es concebido por su autor como un antihéroe desarraigado y desangelado. Hijo de un capitán de marina vasco y una cantante irlandesa de folk (de ahí sus apellidos tan peculiares), Belascoarán se encuentra atrapado en un puesto de trabajo rutinario y un matrimonio infeliz. Cuando su supervisor le pide que despida unos trabajadores que intentan sindicarse, Belascoarán renuncia, y abandona los trajes finos, un buen sueldo y un matrimonio aburrido, para cambiarlos por una chamarra de piel, un revólver (que no sabe usar del todo bien), y una oficina sucia y maloliente ubicada en el centro de la ciudad, donde comparte espacio con un plomero (interpretado por Silverio Palacios) que pronto se convertirá en el Watson de este peculiar Sherlock.
Pero cuidado, para Taibo II las comparaciones entre Belascoarán y otros detectives famosos son inexactas. “Sherlock Holmes no duraría ni un minuto en la Ciudad de México, Hércules Poirot acabaría golpeado al poner un pie en la Agrícola Oriental”, dice el escritor.
Los casos a los que se enfrenta —un estrangulador de mujeres, un empresario asesinado, una masacre de manifestantes— son, en palabras de Taibo II, “la representación de los miedos de una sociedad reprimida”. “La novela policiaca”, continúa Taibo, ”tiene la virtud de desentrañar los laberintos que articulan el crimen de Estado, el abuso del poder, la delincuencia cotidiana”.
Todo esto sucede en un D.F. (siglas de Distrito Federal, como se le conocía a la ciudad en aquella época) en permanente estado de nota roja. Afortunadamente Belascoarán domina los códigos no escritos de la capital mexicana. Un personaje como el de Belascoarán es inconcebible en otra época o ciudad. Estamos frente a un detective que casi nunca está en su oficina, al contrario, recorre las calles, investiga, vive con intensidad la Ciudad de México. La ciudad es más que escenografía, es un personaje en sí mismo: peligrosa, sucia y benévola a la vez. “Si el típico detective norteamericano camina entre la bruma de Nueva York, Belascoarán también anda entre el vapor, pero de los botes de tamales y los puestos de tacos”, así lo comenta el showrunner de la serie, Rodrigo Santos.
Con vasta experiencia como productor y guionista (Historia de un crimen: Colosio, Diablo Guardián), Santos confiesa que al inicio se contempló traer a Belascoarán a la época actual, pero la idea se descartó de inmediato. “Yo soy del año 76, por lo que me resultaba muy atractivo hacer un homenaje a la ciudad que fue, revivir imágenes, objetos, incluso olores”.
Y en efecto, los tres capítulos que componen la primera temporada de Belascoarán son un auténtico viaje en el tiempo. El cuidado en los detalles es abrumador: los comercios, las calles, las cabinas telefónicas, los autos, hasta los puestos de periódicos tienen revistas de la época.
“Nuestra intención nunca fue tener planos gigantescos como en Roma, pero sí que se respirara la ciudad y se detonaran los recuerdos que de ella tenemos”, menciona Santos. “Fuimos muy ambiciosos y todos los departamentos se entusiasmaron con la idea de recrear la época al grado que incluso nos encaprichamos con pequeños detalles, siempre con la intención de darle su justa dimensión a la ciudad”.
Como consecuencia, la serie no se instala en el confort de un estudio, lo cual elevó la complejidad de la producción. “Fue necesario encontrar espacios idóneos para intervenirlos física y digitalmente. Negociamos hasta con los vecinos, quienes colaboraron con entusiasmo en la filmación”, comenta Ernesto Contreras, director del primer episodio de la serie, “Días de Combate”.
Si hay un experto en encontrar rincones escondidos de la ciudad, ése es Ernesto Contreras. El director mexicano usualmente incluye en sus películas espacios capitalinos que bajo su lente se vuelven enigmáticos: como en su ópera prima, Párpados Azules (2007), filmada en su totalidad en locaciones de la Ciudad de México, o como en su más reciente cinta (nominada al Premio Ariel a mejor película), Cosas Imposibles (2021), filmada en la icónica unidad habitacional Infonavit Iztacalco.
“Tuvimos la fortuna de contar con semanas de preproducción, cosa que no es usual”, dice Contreras sobre Belascoarán. “Eso nos dio la oportunidad de exprimir la ciudad, de recorrerla exhaustivamente en busca de lugares ideales para ser intervenidos y remover todo elemento que no correspondiera a la época”.
“Pensamos que la ciudad estaría llena de escondites que aún se sintieran como de los setenta”, coinciden Santos y Contreras, “pero no es así, la capital se ha transformado muchísimo”.
Resuelta la recreación de época, quedaba otro enigma a resolver: ¿quién es el indicado para interpretar a Belascoarán Shayne? “Se discutieron muchas opciones pero uUna vez que surgió la idea de invitar a Luis Gerardo, todo fue muy natural.”, dice Santos.
Oriundo de Aguascalientes, Luis Gerardo Méndez saltó a la fama con la exitosa película Nosotros los Nobles (2013), donde interpretaba a Javi Noble, un simpático “junior” bueno para nada. La influencia de aquel personaje en la cultura popular fue tal que incluso se convirtió en un meme. Es de ese tipo de papeles que resulta difícil despojarse, por ello es tan sorprendente el trabajo de Méndez en Belascoarán, quien aquí se transforma en un personaje absolutamente nuevo, alejado de la oscuridad que le impregnaba Armendáriz Jr., pero manteniendo una sana medianía entre drama y comedia.
“No había leído las novelas de Paco Ignacio”, confiesa Méndez. “Gracias a eso pude acercarme de forma más relajada al personaje. De otra forma habría entrado con más miedo al proyecto. Estamos hablando de un personaje muy querido y popular en México.”
Por su parte, Gonzalo Amat, director del tercer episodio de la serie y con una larga carrera en Hollywood como director de fotografía (Fargo, The Man in the High Castle), destaca la importancia del trabajo de Méndez “Más que un actor es un narrador de historias, analizó muy bien el proyecto. El tono es siempre lo más difícil de encontrar cuando haces televisión, y el tono de esta serie lo aportó Luis Gerardo”.
Belascoarán encierra una complejidad muy interesante: no solo proyecta una nueva masculinidad (progresista incluso para su época), sino que además es un personaje en eterno combate contra las injusticias sociales. Nnuestro detective sabe que “no habrá final feliz”, pero no por ello dejará de hacer lo correcto. Más que un Sherlock, Belascoarán es un Quijote, con todo y Dulcinea, interpretada por Paulina Gaytán (Narcos, Diablo Guardián), cuya propia búsqueda de la justicia y su oscuro pasado unen a la pareja.
“Ella es una guerrera, una actriz siempre dispuesta a entregar lo que la historia necesite”, comenta Amat. “Para su personaje — la infaltable femme fatale — quería darle autoridad y mucha libertad. Paulina es así.”, explica Santos, quien ya había trabajado con la actriz en la serie Diablo Guardián.
Como ejercicio de nostalgia el valor de Belascoarán es innegable, ¿pero aún son vigentes sus aventuras?, ¿le dicen algo a las nuevas generaciones? “Belascoarán es relevante porque se trata de un tipo que estalla contra la indiferencia”, concluye Santos. Parece el menos indicado para hacer el trabajo, pero su pasión por la verdad lo hace el hombre idóneo para enfrentar la corrupción que abruma al país entero.
“Es un chilango con huevos”, remata Santos. No podemos estar más de acuerdo.