Reinventando el drama

Netflix revigoriza la forma de arte de la telenovela y aprovecha el D.N.A. de América Latina.

2 de febrero de 20227 MINS

Tanto en Latinoamérica, como en el resto del mundo, las telenovelas representan la unión familiar alrededor del entretenimiento. Y no se trata sólo de guiones y scores ultradramáticos ni nombres larguísimos para los protagonistas, sino de un género que lo mismo pone temas de coyuntura en la agenda que da tregua en la guerra. Netflix decidió invertir en novelas tanto como un tributo a nuestra forma favorita y como una reinvención del querido género.

Todos sabíamos que el sillón de una plaza frente al televisor era el de mi abuela y, aún sin estar ocupado, nadie podía sentarse. Era un trono desde el que Pola reinaba dos mundos: la vida real, de la que descansaba tejiendo, y las telenovelas, donde vivía vidas alternas.  

De niño pasé noches hipnotizado por el movimiento de los ganchillos y diálogos llenos de drama. Me resultaba increíble que mi abuela no despegara la vista de la pantalla y aún así no equivocara ni una puntada. O en sentido contrario, por más que se concentrara en el tejido, su atención permanecía en historias de amor, celos y herencias. 

Cualquier latino tiene un recuerdo similar, ilustrando la omnipresente importancia del género en toda América Latina y entre generaciones. “Si yo hubiera nacido en Noruega, sería cirujano; pero nací en Venezuela y me crié con el ADN del melodrama gracias a mi abuela paterna, quien era pasión pura por las novelas”, recuerda Roberto Stopello, escritor y Director de Contenidos Originales de Netflix para Latinoamérica. “En mi país se le llamaba ‘la hora de la comedia’  –aún cuando fueran producciones con arcos dramáticos—y para mi abuela era muy importante que me sentara a su lado a las ocho de la noche. Pasamos horas y horas llorando y riéndonos. Ella le hablaba a la televisión, a la protagonista, y le decía: ‘¡ese hombre te está engañando!’. Ahí nació mi amor personal al drama, al melodrama y a lo que es esta manera de contar historias”.

Andrea Chaparro, Franco Masini, Selene, Azul Guaita, Jeronimo Cantillo de Rebelde tocan sus instrumentos en un salón revestido de madera.

Andrea Chaparro, Franco Masini, Selene, Azul Guaita, Jeronimo Cantillo desde Rebelde

El guionista y ejecutivo de Netflix con más de 25 créditos en telenovelas, incluidas Señora Acero, Relaciones Peligrosas, and La Reina del sur, define a la telenovela como un festival de emociones. “En un solo capítulo, puedes llorar, saltar de miedo, enamorarte, suspirar. Por eso es parte del A.D.N. de nuestra cultura como latinos y la manera en la que vemos la vida”.

José Ignacio “El Chascas” Valenzuela, guionista chileno y el creador de Amor a domicilio, La Hija Pródiga y el éxito de Netflix ¿Quién mató a Sara? apunta que esta narrativa es, por decir lo menos, un acto de fe. “La telenovela vende esperanza. En países como los nuestros, en los que siempre estamos al borde de una crisis o saliendo de ella o definitivamente en el hoyo de la crisis, haces un contrato con la audiencia y le dices: ‘mira, voy a tratar mal a tu protagonista durante 119 capítulos, pero en el capítulo 120 te voy a demostrar que todo se puede solucionar y que los buenos ganan y los malos van a la manicomio o mueren’. De alguna manera, purgas tu propio sufrimiento y tristeza a través de eso”, explica Valenzuela. 

Ya voy entendiendo a mi abuela: después de atender su pequeña papelería durante todo el día, de lavar, planchar, ir al mercado, y cocinar, luego de estar atenta a nueve hijos y ocho nietos, Pola afincaba sus sueños en las protagonistas de las telenovelas. Mientras tejía, soñaba. Durante una hora dejaba de ser ama de casa y no se preocupaba más por mi abuelo, un retirado mecánico automotriz, ni por nadie. Ella se convertiría en una mujer que vino de la nada a convertirse en millonaria. O una mujer que encontró amor por primera vez. Ejemplifica esta sensación: “En esa ‘hora de la comedia’, Chile se paralizaba. Es nuestra educación sentimental; así de importante. Uno aprende a querer y odiar a través de las telenovelas”.

La enfermera de Madre sólo hay dos confunde a dos bebés envueltos en toallas rosas.

Madre sólo hay dos

Stopello y Valenzuela lideran el esfuerzo por crear y promover telenovelas latinoamericanas como ¿Quién mató a Sara?, Oscuro Deseo, Rebelde, Madre sólo hay dos, La venganza de las Juanas, Pálpito y Ritmo Salvaje para Netflix. “En ¿Quién mató a Sara? tenemos una pareja homoparental que hace una paternidad subrogada; en Rebelde vienen unas historias de amor que no son convencionales, y en Madre sólo hay dos revisitamos la maternidad”, explica Stopello. “Estamos haciendo televisión local y eso hace que sea universal. A los escritores no les pedimos ni imponemos un número de capítulos. La historia tiene que ser contada de la manera en que fue concebida y eso supone también el nivel de producción. Darle la dignidad al presupuesto, a la inversión que estás haciendo, según cada historia es lo importante”. 

Novelas con N de Netflix es un homenaje a la época dorada de los melodramas, un altar a esa forma de contar historias que desde hace sesenta años ha unido familias. Pero no, la telenovela no es algo exclusivo de las latinoamericanos, los serie apasionadas han sido populares con un audiencia global. 

La telenovela tiene sus orígenes en Cuba a mediados del siglo veinte donde las trabajadoras de las fábricas de puros no se aburrieran durante las tantas horas de enrollar tabacos, lean historias en voz alta (típicamente traducciónes de Dickens o Balzac). A esta tradición oral se le sumaría la radio, dando origen a la radionovela. Para finales de los años 50 y principios de los 60, la telenovela ya era un hecho, y diez años después, en los 70, ya era un boom en toda Latinoamérica.

Pero las telenovelas también tiene su criticas, aunque muchos estan cambiando de opinión. A mi padre, por ejemplo, no le gustaba el ritual telenovelero que compartía con mi abuela. Me hablaba de “enajenación” y de la “falsa vida en rosa”. Pero las sesiones con mi abuela que me emprenden unas viajes épicas — a la casa de María Mercedes (1992), una chica pobre que sacaba a su familia adelante; a la carretera mexicana donde sucedía el triángulo amoroso de Dos mujeres, un camino (1993), y a la época de la Revolución en México con El vuelo del águila (1994).

Oka Giner de La venganza de las Juanas viste una camisa blanca y mira por una ventana.

Oka Giner desde La venganza de las Juanas

Años después, supe que mi padre, ese hombre tan aparentemente reacio a los melodramas, tenía sus propias sesiones junto a mi madre. Juntos veían una telenovela de corte político llamada Nada personal (1996) and Mirada de mujer (1997), en la que una mujer se enamoraba de un hombre quince años menor. Cuando le cuestioné a mi padre por su contradicción, respondió algo como “es que ya se están contando historias diferentes”. Y es cierto. 

Valenzuela explica el cambio, “En Brasil inauguraron un tipo de telenovela más naturalista y aprovecharon para tener ciertas agendas y educar a la gente en términos de salud pública”. El chileno cita Días sin luna (1990), melodrama en el que la actriz mexicana Angélica Aragón daba vida a una mujer con lupus. 

Stopello habla de Cristal (1985), un serie venezolana creada por Delia Fiallo, que fue gran éxito en España, en la que una de las aristas iba sobre el cáncer de mama. “Durante ese año, las mujeres se hicieron una cantidad de exámenes de mama por la historia de la telenovela. Como escritor, cuando tienes las manos en el teclado, tienes una responsabilidad extraordinaria. Sabes que eso que estás escribiendo lo van a ver millones de personas”, explica el. 

No es ninguna exageración decir que los escritores tienen una responsabilidad. No sólo en Latinoamérica sino todo el mundo, los serie han tenido repercusiones sociales. Kassandra (1992), otro serie de Venezuela escrita por Delia Fiallo, llegó a la dividida Yugoslavia en los años 90, cuando los albaneses y serbios sostenían la Guerra de Kosovo. “Había un acuerdo tácito de paz entre las 8 y 9 de la noche, mientras transmitían la novela. Cuando los rebeldes tomaron el canal y suspendieron la transmisión, llamaron al Embajador de Venezuela para que llevara los capítulos y se transmitiera desde otro lugar. Sin Kassandra, la guerra hubiera sido peor”, evoca Stopello. 

Jorge Poza de Oscuro deseo se sienta en una mesa que da a la vegetación.

Jorge Poza desde Oscuro deseo

“La razón más importante por la que estamos apostando a Novelas con N de Netflix es el entretenimiento de las audiencias que aman las telenovelas de Latinoamérica, y la segunda es el homenaje que le estamos haciendo a la época dorada de las telenovelas”, dice Valenzuela sobre la campaña con la que se realizan series latinas para 190 países del mundo. Con respecto a expandir el alcance de las telenovelas a nivel internacional, el escritor ha adoptado un enfoque algo contrario: “Decidí, como escritor, que la forma de hacerme más global era ser más específico. Hay un dicho que dice: pinta tu aldea y serás universal. Mientras más auténtico te pones, mientras más específico te pones, más posibilidades tienes de tocar audiencias y corazones. Si toco mi propio corazón de latinoamericano o de chileno o hombre gay voy a ser capaz de tocar esos otros corazones”. 

Imagino a mi abuela prendada de los ganchillos y las novelas de Netflix, tocada en el corazón por temas que nunca habría imaginado. Y la veo aleccionando a los protagonistas, pantalla de por medio, con toda la autoridad del mundo pues su vida, como la de cualquier latinoamericano, sí que fue una telenovela.