Natalia Beristain usa jeans y una camiseta color canela, y se sienta en una mesa con una taza de café.

Natalia Beristain

La directora de Ruido está haciendo las preguntas correctas del cine mexicano.

10 de agosto de 20225 MINS

En una época que demanda una industria cinematográfica más diversa y consciente, un pequeño grupo de mujeres lidera la búsqueda de un cine diferente. Para ellas, el feminismo cinematográfico es menos sobre presentar historias de mujeres “empoderadas”, y más sobre buscar distintas formas de contar el mundo: una nueva mirada fuera de los lugares comunes narrativos y de género. 

Una de esas mujeres es Natalia Beristáin. Con un trabajo que ha transitado por festivales como el de Cannes y el de Venecia, la cineasta se ha convertido en referencia cuando se trata de miradas lúcidas que mantienen al cine mexicano en movimiento. Su película más reciente Los adioses (2017), un retrato de la vida privada de la escritora Rosario Castellanos, consolidó su sello característico: relatos íntimos, ligados a las inquietudes personales de la directora.

Ahora, Beristáin se aventura en terrenos más retadores con su película Ruido, una ficción que muestra las heridas de la desaparición forzada y los feminicidios que azotan la vida cotidiana de México, en un momento en que la crítica y la industria mexicana se preguntan si es posible hablar de estos horrores, que han destrozado a miles de familias, sin hacer un espectáculo de ellos. Quizá la respuesta esté, como muestran las reflexiones de la cineasta, en hacerse las preguntas correctas y confiar en la pluralidad de visiones del cine mexicano. Beristáin platicó con Queue como parte de la celebración de Netflix Que México Se Vea. 

Una mujer viste una camisa roja y se encuentra en un paisaje árido contra un cielo azul brillante.

Jessica Oliva: ¿Cómo nace Ruido?

Natalia Beristáin: Es una idea que yo quería hacer desde hace más de diez años, incluso antes de Los adioses. Pero era un tema que me daba mucho miedo y que fui tomando y dejando a lo largo de los años. Me iba empapando, iba leyendo, entrevistando y conociendo gente. Iba entendiendo y experimentando, también de primera mano, cómo las violencias en México solo van en escalada. 

Ruido es la suma de muchas historias. Entrevisté a mucha gente, a muchas de las madres, por ejemplo, que me decían: esta es la historia de mi hija, si quieres cuéntala. Pero no quería agarrar el caso de una sola persona. Más bien quería ver cómo podía hilar las cosas para que el relato no perdiera veracidad ni potencia, y que por otro lado tampoco alejara a las audiencias, sino que uno pudiera empatizar con él.

 

Este tipo de historias se abordan diariamente en medios de comunicación desde el “realismo” del periodismo y el documental. ¿Qué tipo de posibilidades te abre la ficción a la hora de acercarte a estos temas tan dolorosos? 

NB: Creo en el poder de la ficción y además es un lenguaje en el que me siento mucho más cómoda, donde siento más control. Hice mi primer ejercicio documental hace un par de años, justo sobre temas de violencia de género, donde aprendí muchísimo. Sobre todo que las violencias de género son como un tejido. Quise mostrar eso en Ruido: cómo todos los tipos de violencias están entramados. No puedes hablar de desapariciones si no hablamos de feminicidios y no podemos hablar de feminicidio si no hablamos de impunidad. Y no podemos hablar de impunidad si no nos metemos en crimen organizado. La ficción me permitió construir la historia de esa forma y tocar todas estas aristas.

 

Mencionaste que por años sentiste miedo de hacer esta película. ¿Qué era lo que temías?

NB: Te confieso que estoy aterrada de estrenarla. Siento miedo desde lo contextual, por lo que estamos viviendo hoy, con la muerte de periodistas y activistas, asesinatos a mansalva, etc. Vivimos en el horror. Pero también sentí miedo de tocar y abordar un tema así desde la deshonestidad. Para la película trabajamos con un grupo de mujeres rastreadoras que se dedican en la vida real a la búsqueda de sus familiares. Y para mí, el paso más importante era enseñarles la película terminada. Eso ya sucedió y la respuesta que obtuve de ellas fue más de lo que yo hubiera podido imaginar. Me importaba muchísimo y era uno de mis grandes miedos: ¿cómo meterme en un tema de esta naturaleza, desde mi privilegio de la clase media y desde lo “intelectual” o artístico? Hacerlo de forma deshonesta era mi miedo más grande.

Una mujer se encuentra entre hojas de papel blanco colgadas en tendederos. Detrás de ella hay un enorme edificio débilmente iluminado por luces individuales en cada ventana.

¿Crees que para contar realidades como esta, un poco desde fuera y desde el privilegio, ayuda hacerlo a partir de un lugar de descubrimiento y no tanto de certezas?

NB: Supongo que sí, pero no pensaría que es exclusivo. Es decir, porque al final creo que cada proyecto tiene su propio grado de novedad, de descubrimiento. A mí me costó mucho trabajo hacer las paces y decidir que el personaje de Julia, mi protagonista, sería una artista plástica. Sí, viene de la clase media alta, es educada y es de la Ciudad de México. Fue una decisión a la que le rehuí mucho porque sentí que podía alejarse de la empatía, ya que solemos pensar que a esa clase social no les llegan tan de cerca estos temas. Pero finalmente entendí que era la única manera que yo tenía de conectar directamente con ella y ver a través de sus ojos. Se trató de ir descubriendo el viaje dantesco en el que se mete mi protagonista. Y en ese sentido, sí, a lo mejor parte de descubrir tiene que ver con dónde ponemos la mirada.

 

La película se estrenará pronto en Netflix. ¿Cómo describirías tu relación con el streaming como espectadora de cine mexicano?

NB: Es complicado. Uno no puede negar el alcance que las plataformas tienen. Ahora mismo, cada que que hablo con las mujeres del grupo de buscadoras para contarles cómo vamos, yo sé que de las cosas que más les emociona es saber que la película se estrenará Netflix, y que eso, a su vez, permitirá que, si la gente decide verla hasta el final, realmente se hable de ella. Eso me parece poderosísimo. 

Por otro lado, soy de la vieja guardia, y siempre creeré en el poder de estar en una sala. El poder de experimentar juntos sensaciones similares frente a una pantalla, y que tu concentración, mente y corazón estén ahí.

Una mujer está de espaldas a la cámara, frente a un fuego y un grupo de personas.

Pareciera que en la industria de cine en México hay una gran desconexión entre el cine que se produce y el que el público logra ver. ¿Qué papel crees que tienen las plataformas como Netflix en esa conversación?

NB: Creo que  hay una enorme deuda de parte del Estado mexicano para con el público. Y hablo del Estado porque seguimos siendo uno de los pocos países que produce su cine sobre todo a través de dineros federales. Entonces, por eso hablo de la omisión del aparato estatal, que es la casa productora más grande en México. Falta que ese círculo virtuoso, que de alguna manera ellos propician, se cierre. Porque no hay distribución y no existe la legislación que garantice que el cine mexicano tenga una mínima competitividad en el mercado, frente a los grandes estudios de Hollywood. 

Y claro, yo me meto a los catálogos del streaming y veo un montón de cine mexicano que pudiste haberte perdido en su paso por la cartelera, pero que ahora está ahí, disponible. Y eso es genial. Pero como cineasta, también puede ser un espejismo.

 

¿A qué te refieres?

NB: Puedes estrenar en 200 países al mismo tiempo, pero lo harás tú y otros muchos colegas alrededor del mundo. Es genial que las películas estén disponibles ahí, antes eso no era una posibilidad, solo creo que aún podemos hacer una labor más fuerte de formación de públicos, sobre todo en un país como este, que es uno de los consumidores de cine más grandes del mundo. Ojalá más y más plataformas quieran tomar esta labor en sus manos, para que el cine mexicano no se vaya al fondo del algortimo o al hoyo negro del catálogo.

¿Qué es lo que más te emociona del cine mexicano actual que crees que el público de México y el mundo aún tienen pendiente descubrir?

NB: De las grandes fortalezas de la cinematografía mexicana es la variedad de voces y la variedad de miradas. También, la constante renovación de las narrativas y de las temáticas. Me emocionan y me intrigan también todas las voces femeninas que vienen. Entender que todo el trabajo que mis maestras, y que nosotras ahora y las generaciones de abajo siguen labrando es para que estos nuevos espacios continúen abiertos a otras miradas y a otras voces, que de alguna manera también han sido relegadas por el sistema.