Olivia Colman, Dakota Johnson y Jessie Buckley hablan del talento artístico y la vulnerabilidad como elementos medulares de este thriller psicológico.
Desde la óptica de la actriz y cineasta Maggie Gyllenhaal, La hija oscura es un análisis mordazmente sincero de los efectos rara vez discutidos que tiene la maternidad en la sexualidad y el sentido de identidad propia. Gyllenhaal debuta como directora con esta adaptación de la novela de Elena Ferrante, que es drama y suspenso emotivo a partes iguales. La historia presenta a Leda, una profesora de Literatura Italiana de 48 años que se obsesiona con una joven madre, Nina, durante unas vacaciones en la playa. A medida que su relación se intensifica, Leda se ve obligada a afrontar las transgresoras decisiones que tomó con respecto a sus dos hijas, las cuales se muestran en escenas retrospectivas. La historia es además «oscura con facetas dolorosas —reconoce Gyllenhaal—. Leda es el tipo de persona con quien es muy pero muy difícil estar».
La actriz que seleccionara para representar los matices de una protagonista tan compleja debía satisfacer dos condiciones: «Primero, el personaje no puede estar demente. Si la mujer está loca, ya todos hemos visto a ese personaje y simplemente diríamos: “Aquí está la mala madre, completamente loca”. Además, me parecía importante que fuera maravillosa, divertida y humana».
No se le ocurría nadie más: Olivia Colman.
A muchas actrices ganadoras del Óscar y del Emmy, sería muy difícil venderles la idea de protagonizar una película independiente a cargo de una directora emergente. Sin embargo, para Colman, entre cuyos proyectos recientes figuran La favorita, de Yorgos Lanthimos, y la reina Isabel II en dos temporadas de The Crown, el factor decisivo para unirse al elenco de La hija oscura se redujo a una botella de vino compartida y la promesa de pasarlo bien.
«El guion estaba excelentemente bien escrito», señala Colman. Como madre, «me encanta que se haya hablado de todo esto con tanta franqueza, en lugar de perpetuar el concepto de que “las mujeres que tienen hijos son santas y nunca tienen malos pensamientos”».
Gyllenhaal sabía que no podía dar por hecha una respuesta afirmativa, pero lo que ignoraba era que aquel almuerzo sería, según confiesa Colman entre risas, «una prueba de fuego. Supuse que nos tomaríamos una copita de algo, y ella dijo que sí, y yo pensé: “Bueno. La cosa va bien”. Porque en Londres solemos tomar una copa de vino con el almuerzo, pero en Los Ángeles, creo que está mal visto. Entonces, me di cuenta de que nos llevaríamos bien y pasaríamos un buen rato».
La actriz no solo aceptó protagonizar la película, sino que sugirió que la actriz irlandesa Jessie Buckley interpretara a la Leda veinteañera, un papel crucial porque gran parte de la película depende de que se comprenda al personaje y la decisión que tomó cuando era joven. «Lo que Leda hace es verdaderamente abominable —explica Gyllenhaal—. Y, sin embargo, nos identificamos con ella, la comprendemos. Hemos tenido experiencias, sentimientos, deseos y pensamientos iguales a los de ella».
Poco después de su almuerzo con Colman, la directora fue al cine a ver a Buckley protagonizar Wild Rose: Sigue tu propia canción, en la cual interpreta a una madre soltera escocesa que sale de la cárcel resuelta a convertirse en cantante de música country. Gyllenhaal salió del cine con la convicción de haber encontrado a su joven Leda. «Me deslumbró por completo», recuerda la directora. Cuando se conocieron al poco tiempo, Buckley quedó igualmente impresionada por Gyllenhaal y el guion.
«Hemos conseguido hacer algo muy sincero —expresa Colman—. Creo que muchas personas van a decir: “¡Ay, Dios mío! Yo también me he sentido así”. Y esto no se había dicho en voz alta nunca antes».
Olivia Colman
«No soy madre, pero conozco a todas estas mujeres —aclara Buckley—. No considero que Leda sea una mala madre. Por el contrario, considero que es una madre increíble y que lo que hace por sus hijas es cortar el cordón de la represión. No hay muchas películas que analicen este tema. Me hizo respirar hondo como diciendo: “Gracias a Dios. No tenemos que fingir”».
Una vez aseguradas la Leda cuarentona y la Leda veinteañera, solo faltaba seleccionar a la intérprete de Nina, una joven a la que le cuesta ejercer la maternidad de una niña pequeña. Cuando Nina conoce a Leda, busca consuelo en la mujer mayor, ajena a los secretos que guarda. Dakota Johnson, que ya había sido aclamada por sus interpretaciones en las películas de Luca Guadagnino Cegados por el sol y Suspiria: El maligno, entre otras, le insistió a Gyllenhaal en que la considerara para el papel y la impresionó con su determinación de investigar las sutilezas del personaje.
«Podría conformarse con ser la chica sexi de la playa —comenta Johnson—, pero tiene ansias y se siente invisible». Pese a que no es madre, a la actriz no le costó trabajo identificarse con el personaje. «Existe la creencia anticuada de que las mujeres simplemente deben hacer que funcione, deben ingeniárselas; deben ser la madre; no deben gritar demasiado ni enojarse demasiado; no deben ser demasiado sexis ni demasiado inteligentes ni demasiado estúpidas —explica Johnson—. Es imposible. Y creo que a las madres, en particular, se las ha programado para pensar que pretender obtener algún beneficio es egoísmo. No creo que lo sea.
Me parezco un poco a Nina —prosigue la actriz—. En mi propia vida, a veces he sentido que nadie se da cuenta de los sentimientos ni de las ideas que tengo. Todo el tiempo tengo esos momentos en que me digo: “¡A la mierda! No puedo con esto”. Hay que hacerlo porque, después, una se siente muy aliviada».
De repente, la pandemia de COVID-19 y el consiguiente confinamiento las obligaron a suspender los planes de reunirse en persona para conversar sobre la dinámica emocional en la que estriba la película. Las reuniones con Gyllenhaal tuvieron que hacerse por Zoom, y Colman y Buckley, que no tenían escenas en común, redujeron a mensajes de texto el intercambio de ideas propio de la preproducción. Gyllenhaal les enfatizó que no debían preocuparse por asemejarse demasiado; en palabras de Colman: «Una mujer a los veinte no se parece a como es a los cuarenta, así que nosotras seremos diferentes».
En cuanto a los orígenes de Leda, Colman cuenta que las dos actrices decidieron que la inglesa «provenía de la clase trabajadora, que se había superado gracias a la educación y que había querido formar una familia». Buckley recuerda: «Lo único que discutimos fue qué acento haríamos y qué palabrotas ya conocíamos en italiano. Olivia podía decir palabrotas mejor que yo».
Entretanto, Gyllenhaal se apresuraba a trasladar la producción de una locación costera en EE. UU. a Spetses, una pequeña isla griega, donde tendrían menos restricciones para reunir al elenco internacional. En el otoño boreal de 2020, las tres estrellas llegaron al hotel y tuvieron que cumplir una cuarentena de dos semanas en sus respectivas habitaciones antes de poder bajar a reunirse en el jardín y, por fin, conocerse en persona. Para disfrutar de cocteles y música, se les sumó el resto del equipo: Ed Harris, que interpreta a Lyle, un expatriado que recibe a Leda en la isla; el esposo de Gyllenhaal, Peter Sarsgaard, que interpreta al profesor Hardy, el amante de la joven Leda; Paul Mescal en el papel de Will, un empleado del complejo hotelero, y Dagmara Domińczyk en el papel de Callie, la cuñada de Nina.
En la opinión de todos, fue amor a primera vista. «Siempre que me tocaba hacer escenas con Dakota, me decía: “Estupendo. Hoy voy a pasar el día con ella” —cuenta Colman—. Es una actriz magnífica y es graciosísima. Tiene una gran experiencia de vida, y Maggie le deja que la muestre».
En el set, las dos jóvenes actrices debieron afrontar las intensas exigencias emocionales de representar a personajes al borde del colapso nervioso. En el caso de Johnson, la presión provenía de las escenas en las que su personaje aparece en trajes de baño reveladores y debe soportar la atención de los hombres. «Me sentía muy vulnerable emocionalmente —señala—, pero, al mismo tiempo, llevar puestos esos trajes de baño, que parecían hilos dentales, me hacía sentir como “¡Claro que sí! Aquí estoy yo”». Contaba con el apoyo de Gyllenhaal y los aplausos de Colman, que lo consideró «muy refrescante», mientras celebraba el valor y la confianza de Johnson en el set.
De igual manera, Colman apoyó a Buckley durante el tenso arco de transformación de su personaje, el cual la lleva a comprender finalmente que su vida como madre es insostenible. «Considero que cosas así son las más difíciles de ver —destaca Colman— porque hay un momento en el que ella es evidentemente la mejor madre del mundo y, de repente, no puede soportarlo más. Me alegra no haber tenido que hacer esas partes». En igual medida, agradeció el haber estado completamente desligada del amorío que vivía su personaje compartido. «Menos mal que no tuve ninguna de las escenas sexuales que tuvo Jessie —exclama Colman—. Ella estuvo increíble».
Cuando concluían la filmación al final del día, las actrices aprovechaban la gran fortuna no solo de estar juntas, sino de estar juntas en Grecia. A menudo, Gyllenhaal y Buckley se iban a nadar juntas en el mar Egeo antes de volver al hotel en el que se alojaban el elenco y el equipo. «No fue el tipo de trabajo en el que te vas y te quedas sola el resto del día, con mucho odio —comenta Johnson entre risas—. Cenábamos y nos tomábamos unos tragos juntas».
Después de cenar, siempre contábamos con Colman para seguir la fiesta. «Terminábamos en la habitación de Olivia bebiendo vino y cantando hasta las tres de la madrugada —cuenta Buckley—. Ella es uno de los mejores seres humanos del planeta».
La camaradería entre ellas se mantuvo incluso después de que el elenco y el equipo abandonaran Grecia para volver a su casa. «He hecho muy pocos trabajos en los que haya conservado la relación con la gente, pero esta gente... somos todas muy unidas —destaca Johnson—. Si estoy en Londres, voy a casa de Olivia. Y si estoy en Nueva York, voy a casa de Maggie. He llegado a un punto en mi vida en el que, si quiero a alguien, quiero que lo sepa y quiero que sepa por qué. Y da mucho gusto que ellas sientan lo mismo».
Algo más en lo que las actrices coinciden es en lo honradas que se sienten de haber formado parte de este relato y haberles transmitido a otras mujeres la seguridad de compartir la misma naturaleza humana. «Hemos conseguido hacer algo muy sincero —expresa Colman—. Creo que muchas personas van a decir: “¡Ay, Dios mío! Yo también me he sentido así”. Y esto no se había dicho en voz alta nunca antes».