Con Prayers for the Stolen, la directora Tatiana Huezo captura las tribulaciones de la niñez perdida.
Tatiana Huezo, directora del largometraje mexicano Noche de fuego, no leyó la novela de Jennifer Clement por casualidad. Los productores Nicolás Celis (Roma) y Jim Stark (Mystery Train) se contactaron con Huezo y le pidieron que leyera la novela que escribió Clement en 2012, un retrato de la infancia de una niña en las montañas de México, frente a la violencia que llevan a las comunidades las organizaciones de narcotráfico y trata de personas. La amenaza a las niñas y las jóvenes es tan prevalente que sus madres les cortan el cabello muy corto y las niñas se ocultan en escondites subterráneos. A Huezo, la célebre documentalista cuyos films como El lugar más pequeño y Tempestad captaron la atención en todo el mundo, le encantó la novela y descubrió que los temas que trataba eran cuestiones que ella ya venía explorando.
“En ese momento, estaba haciendo una investigación para un nuevo documental que estaba basado en el mundo de la infancia y la adolescencia y profundizaba en el significado de crecer”, comenta Huezo. “Recuerdo que devoré el libro de Clement en tres días. Me enamoré muy rápido de la protagonista, Ana, y de cómo se da cuenta lo que significa ser una mujer en el contexto de la violencia”.
Puede que Noche de fuego, la reciente selección nacional de México para la categoría de Mejor película extranjera para los Premios de la Academia 2022, sea la primera incursión de Huezo en la narrativa de ficción, pero esperamos que no sea la última. Aquí Huezo habla sobre la transición entre los géneros y cómo aportó su visión de documentalista a su primer largometraje de ficción.
Queue: ¿Planeaste durante mucho tiempo hacer la transición de documentales a ficción?
Tatiana Huezo: Creo que con mis últimas dos películas, que fueron documentales, ya había empezado a hacer una búsqueda de mecanismos narrativos que están muy cerca de los que se usan en la ficción. El montaje por lo general incluye varios momentos de las vidas del personaje, situaciones que encuentro durante la investigación que me conmueven de alguna manera. También tengo la tendencia a “provocar” a los personajes a nivel emocional. Creo que el objetivo de una entrevista es, entre otras cosas, provocar e incitar los sentimientos humanos. La estructura dramática era algo en lo que siempre trabajé con mucha diligencia antes de empezar a filmar mis películas anteriores, además de construir el aspecto visual y la narrativa. Siempre consideré al cine documental como la oportunidad de hacer un poderoso viaje emocional y sensorial. Cuando tuve la posibilidad de escribir y dirigir Noche de fuego, no tuve que pensarlo dos veces. Fue la oportunidad de llevar al próximo nivel la búsqueda y experimentación que había comenzado en mis primeras películas.
¿Qué perspectiva aportaste a la historia?
TH: Tengo una hija de nueve años a la que veo crecer cada día. Su mundo y su magia me hacen recordar mi infancia y rememorar cómo era mi mundo en ese momento de mi vida. Para mí era esencial poder hablar desde mi propia perspectiva sobre el contexto de la violencia que envuelve a la historia, mi propia visión de México. Nicolás y Jim estuvieron de acuerdo en que debía apropiarme de la novela y que debía llevarla adónde necesitara ser llevada. Nico y yo hemos trabajado juntos durante los últimos 10 años y nos conocemos y nos respetamos profundamente uno al otro. El libro fue un punto de partida increíble y una inspiración fantástica para poder reinterpretar y adaptar.
¿Cómo modificaste tu enfoque cinematográfico al pasar a un tipo de narración distinto?
TH: Creo que los documentalistas son observadores muy astutos de la naturaleza humana. Intentamos descubrir y entender de qué están hechos los personajes que seleccionamos para nuestras películas. Nos convertimos en cómplices y testigos, y eso nos acerca mucho más a ellos. A partir de esa mirada y con esa intención creé los personajes de Noche de fuego.
Ese instinto que desarrollé trabajando con situaciones de la vida real en mis documentales se transformó en mi única brújula. El desafío fue intentar capturar la realidad de sus vidas diarias y encontrar algo de verdad en el comportamiento de los personajes. El montaje se movió en esa dirección. La cámara tenía que adaptarse a los personajes y no al revés. Decidí usar una cámara de mano, para llevar a la película la misma vida que tendrían nuestras niñas. Le pedí a nuestra directora de fotografía Dariela Ludlow que no usara marcadores de cámara, pero que trajera al equipo un tirador de enfoque de primer nivel y realmente lo hizo. También le pedí que intentara iluminar los 360 grados de las tomas, para mover la iluminación lo menos que fuera posible de modo de no interferir con la progresión dramática de las escenas, en especial para las niñas, que no son actrices profesionales.
La diferencia entre los mundos de la ficción y el documental es que en los documentales todos los elementos con los que trabajarás ya existen: los personajes, las experiencias que tienen, sus circunstancias y los espacios que habitan o donde quieres que vivan ya están en el mundo. Sin embargo, en la ficción tienes que crear casi todo desde cero la mayoría de las veces. En esta película, creamos el viento, la lluvia, los incendios. Cada espacio fue creado: el campo de amapolas, el rodeo, la casa de Ana. Cada objeto fue seleccionado cuidadosamente, al igual que el color y la textura de cada pared. Luego tienes que darle a todo eso mucha consistencia, para que pueda funcionar y sea creíble.
¿Podemos esperar más películas de ficción de Tatiana Huezo?
TH: La experiencia de hacer esta película me alentó mucho. Aprendí mucho y ahora siento que tengo la libertad de moverme entre la ficción y el documental. Básicamente, los dos géneros enfrentan el mismo desafío, que es recrear la experiencia humana. Ponerte en el lugar de otra persona. Y la verdad es que me enamoré de eso. Estoy muy entusiasmada por la idea de dirigir más películas de ficción y asumir nuevos desafíos.