La actriz hace su debut como directora en La hija oscura.
Maggie Gyllenhaal desarrolló una gran afición por la narración cinematográfica desde muy pequeña y siempre asumió que solo había una profesión que le iba a permitir canalizar dicha pasión cuando grande: la actuación. «Nunca me permití considerar ser directora —señala—. Creo que tiene que ver con la cultura y el mundo en el que vivimos. Cuando era chica, había unas cuantas mujeres increíbles haciendo películas. Jane Campion es definitivamente una de ellas, y hasta hoy la sigo admirando. Pero no había muchas».
Fue recién en el set de The Deuce, la aclamada serie que produjo y también protagonizó interpretando a una prostituta que se transforma en una directora de cine porno, que empezó a considerar seriamente estar detrás de cámaras en un proyecto propio. «Algo me pasó al interpretar a Candy en The Deuce e imaginar que era una directora que hizo que abriera mi corazón a la idea —dice—. En cuanto me permití imaginarlo y considerarlo, ya no pude parar».
A juzgar por la exigente producción cinematográfica que demuestra en su debut como directora en el hipnótico largometraje La hija oscura, es posible que la actriz nominada al Óscar haya encontrado su verdadera vocación. Adaptada por Gyllenhaal de la exitosa novela de Elena Ferrante, el poderoso drama cuenta con un elenco estelar encabezado por Olivia Colman en el papel de Leda, una brillante y un tanto arrogante profesora de Literatura Comparada que viaja de vacaciones a Grecia y desarrolla una obsesión por Nina, una madre joven y encantadora interpretada por Dakota Johnson.
Las frustraciones de Nina con su enérgica hija llevan a Leda a hacer una honesta reflexión sobre sus propias experiencias como la joven madre de dos niñas. Gyllenhaal conduce la narrativa de manera magistral, desde el presente al pasado y viceversa, con la actriz irlandesa Jessie Buckley interpretando a la versión joven de Leda, y Peter Sarsgaard, el esposo de Gyllenhaal, interpretando a un profesor que inesperadamente cambia la vida de Leda.
La hija oscura se estrenó con grandes halagos de la crítica en septiembre en el Festival de Cine de Venecia, donde Gyllenhaal se llevó el codiciado premio a mejor guion. El interés por la película creció después de su proyección en el Festival de Cine de Telluride, y, desde entonces, ha continuado acumulando reconocimientos y elogios y recientemente ganó cuatro premios Gotham, incluido a mejor película.
En las montañas de Colorado, donde recién empezó a procesar la increíble recepción de su película, Gyllenhaal se tomó un tiempo para hablar del éxito temprano de La hija oscura, la experiencia de crear la historia y todo lo que aprendió trabajando al otro lado de la cámara.
Krista Smith: Siento como si estuviera presenciando un momento único e irrepetible. ¿Cómo te sientes ahora?
Maggie Gyllenhaal: En la luna. Realmente no tengo palabras para describirlo. Es como si mi película hubiera nacido y nadie la hubiese visto antes. Como dar a luz. Como esos días después del parto cuando estás en éxtasis.
La seguridad con la que dirigiste este drama es impresionante. Cuéntame sobre tu proceso y cómo lograste sacar el proyecto adelante.
MG: Siempre he sido una actriz que intenta tener una perspectiva artística más amplia. Me cuestiono: «¿Por qué estamos haciendo esta película? ¿Qué es lo que estamos explorando? Mientras leía a Ferrante, tuve la sensación de que ella estaba diciendo cosas en voz alta de las que nadie estaba hablando; sobre la maternidad, pero también sobre ser mujer en el mundo, a nivel sexual, intelectual y artístico. Como mujeres, vemos representaciones de nosotras mismas todo el tiempo —«esto» es lo que las mujeres piensan del sexo, «esto» es lo que piensan del trabajo, «esto» es lo piensan sobre ser madres— y nos ofrecen descripciones de nosotras que honestamente no sentimos que nos representan. Piensas: «Quizá soy un bicho raro porque esa no es exactamente mi opinión sobre todas esas cosas».
Al leer a Ferrante, quedé sorprendida. Decía: «Es increíble lo retorcido que es el libro de esta mujer». Y un milisegundo después, me sentía totalmente identificada. Y me preguntaba: «¿Seré así de rara? ¿O esto es algo que a muchas personas les pasa y de lo que no se habla?» Pensé: «¿Qué pasaría si, en vez de sentir esa sensación sola con un libro en tu habitación, la sintieras en un cine lleno de gente, donde estás sentada al lado de otra mujer que no conoces y que está sintiendo lo mismo que tú? ¿O al lado de tu marido, mamá o hija?» Intentar crear algo así sería muy emocionante y radical.
¿Qué tan difícil fue conseguir los derechos? Elena Ferrante es un seudónimo. ¿Cómo lograste ponerte en contacto?
MG: Las únicas personas que saben quién es son dos: un matrimonio que dirige la editorial. Los contactamos y ellos consideraron que ella y yo haríamos un buen equipo, lo que ya significó bastante para mí. Le envié una carta, que tardé mucho en escribir. Le solicité los derechos para poder adaptar su novela y también dirigirla. Y ella respondió: «Sí, pero este contrato se anula si no eres tú quien la dirige». No tengo información de primera fuente, pero a mí no me cabe duda de que ella es una mujer. En mi fantasía, ella es una mujer que tiene unos setenta años. Fue como si esta mujer del otro lado del universo me estuviera brindando apoyo. Siento que adaptar un libro para la pantalla grande es un proceso similar al que pasa un actor cuando toma un guion y piensa: «Estas son las líneas. Estas son dos personas que están pidiendo un sándwich en un local, ¿pero cuál es la esencia de todo? ¿Cuál es su propósito de la historia?» Lo mismo sucede con el libro. Te encuentras con una pequeña sección. ¿Cuál es su sentido? Y luego, ¿cómo la transformas en algo cinemático?
Cuando lograste llegar al set y empezar a dirigir, ¿cuáles fueron algunos de los desafíos de estar al mando?
MG: He estado en muchísimos sets, así que la filmación de la película, de cierta forma, fue la parte menos terrible. Porque ya lo había hecho. Por supuesto, cuando estás filmando tienes tiempos restringidos, y eso me daba ansiedad a veces. Pero cuando estábamos en el set, la mayor parte del tiempo yo estaba en sintonía. Podía escuchar el tono o la vibración de cómo se tenía que contar la historia. Hay momentos en los que te sientes un poco perdida tratando de encontrar eso. Y, de repente, todo encaja, y dices: «Estamos en sintonía. Vamos por buen camino». Cuando estaba en el set, estaba buscando esos momentos. Las cosas que más me cuestionaba eran miedos irracionales, como cuando pensaba: «¿Lograré hacer esto? El antídoto fue abordar una pequeña cosa a la vez. «¿Puedo encargarme de dirigir una película completa en este momento? No. ¿Pero puedo trabajar en una escena y reflexionar sobre ella? Sí».
La manera en que filmaste las escenas retrospectivas fue perfecta. Aunque no hay un parecido físico entre Olivia Colman y Jessie Buckley, queda muy claro que estás viendo a la misma persona.
MG: Es tan loco que funciona. Una de las razones por las que funciona es porque tanto Jessie Buckley como Olivia Colman tienen talentos artísticos formidables. Le estamos pidiendo al público que crea que se trata de la misma persona, lo que es una solicitud interesante porque, claramente, sabemos que no son la misma persona. Es como si estuviéramos diciendo: «Aquí tienes un poema». Incluso a Jessie le señalé: «Si quieres teñirte el cabello rubio, no me importa. No tienes que verte como ella. Lo que importa es que creamos que estas mujeres están teniendo la misma experiencia».
La interpretación que obtuviste de Dakota Johnson es algo que estaba esperando hace tiempo. Siempre supe que ella tenía ese nivel de profundidad, y tú lograste sacarlo a relucir.
MG: Ella se me acercó y me dijo, no lo dijo exactamente en estas palabras, pero así es como lo sentí: «Quiero sumergirme. Quiero ir hasta lo más profundo». Y yo le respondí: «Por supuesto, hagámoslo». Una cosa que quería experimentar era jugar con los tropos de la cosificación, pero de una manera interesante y convincente. Ella es como Monica Vitti o una mujer en una película de Godard. Y lo sorprendente es que tienes a esta mujer que todos piensan que es muy hermosa y atractiva desde lejos. Pero cuando abre la boca, notas que está ahogada y que tiene grandes necesidades. De pronto, ella se convierte en ser humano. Estaba muy interesada en ver lo que iba a pasar.
¿Hay alguna experiencia de la realización de esta película que atesorarás toda la vida?
MG: Hay muchas. Pero hay una en especial que recuerdo. Terminamos de grabar a la medianoche en Halloween, y estaba algo pasmada. Mis hijas estaban en el set —Peter había viajado fuera de la ciudad, así que también estaba mi niñera— y andaban con sus disfraces de Halloween. Yo estaba tratando de manejar todo a la vez. Estábamos en pandemia. Todos teníamos nuestras mascarillas puestas en todo momento y, cuando salimos del lugar, nos las sacamos. El encargado de sonido, que era muy correcto, dice: «Pusimos algo de música, y tengo una canción para ti». Me lleva a un lugar donde hay un pequeño altavoz y pone la canción Once in a Lifetime, de Talking Heads. Todos empezaron a bailar. Bailamos por horas en medio de esta pandemia, en medio de una isla, cuando acabábamos de terminar la película. Por ahí escuché que el equipo siguió bailando hasta después de que salió el sol.