La estrella de El poder del perro reflexiona sobre su carrera, que ha atravesado todos los géneros.
Consideremos este momento como la primera reunión del club de fans de Kirsten Dunst.
Desde que aprendió a caminar, Dunst estuvo frente a las cámaras: primero como modelo, luego como actriz infantil, y ahora como una artista y colaboradora creativa consagrada, cuya filmografía recorre el drama, la comedia, los éxitos de taquilla y las joyas independientes. En jerga deportiva, se podría decir que es una jugadora de todo el campo, porque Dunst puede hacer prácticamente de todo.
Aun así, a pesar de haber aparecido en tantas películas famosas como Entrevista con el vampiro; Mujercitas; Las vírgenes suicidas; Triunfos robados; María Antonieta; El hombre araña, Melancolía y muchas más, probablemente no se la ha valorado lo suficiente. «Siento que muchas de las cosas que hago se aprecian un tiempo después —afirma Dunst—. Ayer se me acercó alguien y me dijo: “Acabamos de ver María Antonieta y nos encantó”». Recién en 2016 recibió su primera nominación al Emmy por su papel en la temporada 2 de la serie de antología Fargo, donde actuó junto con su prometido, Jesse Plemons. En su última película, Dunst vuelve a trabajar con Plemons, y nos entrega otra actuación notable.
En el majestuoso drama de Jane Campion ambientado en los años veinte El poder del perro, Dunst interpreta a Rose, la propietaria de un restaurante llamado Red Mill, el único paraje activo en medio de las áridas tierras del Oeste. Tras la muerte de su esposo, ella quedó a cargo del lugar y lo atiende junto con su hijo adolescente Peter (Kodi Smit-McPhee). Su vida no es fácil, pero lo que sella la trágica suerte de Rose no es la dificultad de vivir en la frontera, sino la llegada del rudo ganadero Phil Burbank (Benedict Cumberbatch).
Phil llega al Red Mill a comer con su apacible hermano George (Plemons) y casi de inmediato despliega un comportamiento grosero que deja a Rose y a Peter boquiabiertos. Más adelante, George regresa a ver a Rose, con quien encuentra afinidad, y le propone matrimonio. Pero poco después de regresar al rancho familiar de los Burbank, George debe irse de viaje por negocios y deja a su flamante esposa sola y vulnerable ante la crueldad imparable de Phil.
En todo ese proceso, Dunst expresa claramente cómo se incrementa la fragilidad de Rose, y lo hace con apenas pocas líneas de diálogo. La actuación de la actriz es tan memorable como desgarradora, y navega el colapso psicológico y emocional de una mujer en lo que parece tiempo real.
Poco después del estreno mundial de El poder del perro en el Festival de Cine de Venecia, Dunst habló con Queue en el Festival de Cine de Telluride sobre su recorrido para llegar a Rose. «Fue una obra rara, conmovedora —explica—. Poder trabajar con Jesse otra vez, ¿y en una película de Jane Campion? Vamos, habría aceptado encarnar a Phil. No necesitaba ni leer el guion. Haría cualquier cosa con Jane».
Krista Smith: Me gustaría hablar de Rose. Rose intenta sobrevivir en este mundo masculino y hostil, trata de aportar cierta cortesía, y de proteger a su hijo Peter, que no encaja en este entorno.
Kirsten Dunst: Peter sin dudas tiene una tendencia a obsesionarse con la muerte y la ciencia. Es un adolescente: no tiene ganas de contarle cosas a su madre, así que ya en ese sentido hay una separación entre los dos, pero ella intenta entenderlo. Como madre, está preocupada por él. En esta cultura del Oeste plagada de una masculinidad tóxica, sabe que su hijo estaría mejor en la ciudad, en un lugar donde lo aceptaran. Así que hace lo que puede para sobrevivir y darle todo su apoyo como madre. Ella y George se conocen en un momento en que ambos están desesperadamente solos, por eso se ven reflejados el uno en el otro de inmediato. Pero en cuanto Rose se muda al rancho, su hermano Phil, interpretado por Benedict, empieza a torturarla psicológicamente para que se vaya de su casa, y Rose se desmorona.
¿Cómo encaras algo así? ¿Cómo lograste meterte en un personaje y cómo te ayudó Jane a conseguirlo?
KD: Yo hago todo el trabajo por mi cuenta con mi maestra de actuación Greta Seacat. Juntas armamos una especie de brebaje con todos los ingredientes que tiene Rose. Así es como, sin importar en qué circunstancias me encuentre, yo tengo todo lo que necesito para estar presente al máximo. Siempre tengo muchas ideas que me alimentan como actriz, incluso antes de siquiera hablar con la persona a cargo de la dirección. Tengo una biblia de notas. También trabajo con los sueños. Tengo tantas referencias en mi cabeza, que sé que nunca me sentiré estancada ni me quedaré sin ideas. Eso me da una confianza que me hace sentir que nadie conoce este papel mejor que yo. Eso es lo que me prepara. Empecé a trabajar así cuando tenía unos 27 años, y es una experiencia catártica, se trata más de mí que de actuar para otras personas. Cuando empiezas a actuar desde tan pequeña, quedas como atascada por un tiempo.
Jane tenía previsto un proceso de ensayo de dos semanas cuando llegamos a Queenstown, Nueva Zelandia, que se trató mayormente de que ella pudiera ver las dinámicas y cómo nos desenvolvíamos. Hubo improvisaciones durante la cena; nos acostamos en la cama [con Jesse], pero sin tocarnos; limpiamos la posada; cocinamos, cosas así. Hubo mucho tiempo para improvisar. Y yo soy como un caballito de carrera: «Vamos, vamos, empecemos».
Cuéntame cómo fue la experiencia de trabajar con Benedict.
KD: En realidad, no compartimos muchas escenas, así que tuve que crearme yo sola a ese monstruo, ese demonio que me aterra y me doblega. Es un personaje muy solitario en ese sentido. Por suerte, a mí me encantan las películas del estilo de Amenaza en la sombra o Persona, en las que ves que alguien se va deteriorando solo. Me encanta ese tipo de cine, así que tenía muchas referencias. Eso es lo que mantuvo todo eso vivo cuando estaba trabajando sola. Benedict y yo no nos hablábamos en el set. Eso también ayudó a crear la tensión que había entre los personajes. Cuando nos juntábamos los fines de semana o cuando nuestros hijos jugaban juntos, obviamente, teníamos un buen trato. Él es muy inglés y se disculpa por todo. Es el tipo de persona que dice todo el tiempo: «Lo siento. Lo siento». Así que fue bueno para él, creo, y también para mí, no dirigirnos la palabra cuando nos veíamos en el set.
Estando tan lejos de casa, ¿qué significó para ti tener a Jesse allí contigo y trabajar con él?
KD: Él es mi mejor amigo. Y tener a alguien con quien puedes contar significa muchísimo. Podemos hablar de cualquier cosa. Podíamos almorzar juntos en el set o darnos apoyo, podíamos dormir la siesta juntos. Creo que fuimos como un paquete dos en uno para la producción.
Trabajaste con muchas directoras. Obviamente, fuiste la musa de Sofia Coppola en Las vírgenes suicidas y en María Antonieta. Trabajaste con Kate y Laura Mulleavy, las fundadoras de Rodarte, y también fuiste su musa, tanto en sus diseños como en el cine. Además hiciste Cómo impedir una boda, la primera película de Leslye Headland. Y Mujercitas, con Gillian Armstrong.
KD: Creo que trabajar con Sofia en su debut con Las vírgenes suicidas y que mi primer papel de chica sexi fuera a través de una mirada de mujer me dio seguridad, y fue algo icónico de una manera muy bella y femenina. Tener esa oportunidad antes de filmar El hombre araña me hizo sentir más afianzada y más segura de mí misma siendo tan joven. Que me dirigiera Sofia a los 16 años me dio seguridad en mí misma. Y que fuera una mujer en vez de un hombre creo que fue una piedra fundamental para mí.
¿Cómo es trabajar con Jane?
KD: Jane es maravillosa. Es muy sincera y yo también. Es una persona que se te acerca y te abraza cuando necesitas un abrazo, y también es quien te va a decir si tu voz salió demasiado estridente en una toma. Y tú piensas: «Bueno, Jane, me parece que quieres que baje la voz». Sentí que ella también me necesitaba a mí, porque éramos las chicas del set (yo y Ari [Wegner], nuestra directora de fotografía, que es brillante), y ella está acostumbrada a trabajar con muchas mujeres. A mí me gusta que me dirijan. Así que trabajar con alguien como Jane es algo que deseé durante mucho tiempo.
Ya tienes casi 40. Llevas toda la vida actuando y modelando. ¿Pensaste que seguirías haciendo esto en este momento de tu vida?
KD: Creo que sí. Hay personas que están destinadas a hacer algo, y yo creo que estoy destinada a hacer esto. Pero tuve que atravesar distintas encarnaciones de qué significaba esto para mí, cómo podía abordarlo, qué quería llevarme y cuáles eran mis límites. Con el paso de los años, cambié muchas de mis perspectivas sobre esta industria y cambié mi propia carrera también. Ahora estoy en el mejor momento en el que podría estar, lo que supongo que es algo que sucede con la edad. No te preocupas por las cosas que ya no importan. Lo que importa es el trabajo. En definitiva, esa es la única experiencia que vale.
Al mirar atrás y ver una carrera admirable, ¿alguno de los personajes que interpretaste es tu favorito? ¿Con qué papeles te sentiste más identificada?
KD: Honestamente, me gustó mucho interpretar a Peggy en Fargo. Me encanta hacer comedia. Si pudiera hacer un show de comedia negra, sería mucho más feliz que haciendo drama. No me gusta llorar y estar deprimida en el set. Me parece que mi actuación favorita, si tengo que juzgarme a mí misma, sería la de Melancolía. Creo que esa película es tan especial, porque es un retrato de la depresión, que no es algo muy cinematográfico, pero Lars von Trier logra hacerlo cinematográfico. Si yo no hubiese actuado en Las vírgenes suicidas, sería una película que probablemente me habría encantado como adolescente. Tan solo el estilo visual de la película de Sofia habla tanto sobre lo femenino... Lo que quiero ver en cine es lo que ella hace, ¿sabes? Cuando hicimos María Antonieta juntas, no era popular ser directora y hacer grandes películas. Ahora sí. Por lo menos, siento que es un poco así.
Kirsten Dunst Lo Trae
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